Thursday, February 08, 2007

EDGAR

Edgar es un gato arisco. Al menos eso resulta ante el primer estudio de sus movimientos.Tiene los ojitos color caramelo, con unas pupilas muy dilatadas, que le dan un aire dulce e infantil, y un pelaje corto que adopta el mismo color, rayado con tiras de color chocolate, y algún que otro destello plateado. En su cuello tiene un collar rojo con un pequeño cascabel, que se contonea con sus movimientos, haciéndolo parecer más frágil y ágil de lo que en realidad es.

Cuando Edgar llegó a casa, lo hizo a escondidas, en una cajita de cartón. El instinto de su naturaleza curiosa le impulsaba a golpear la caja con nerviosismo, pero desde un primer momento, confío en mí cuando le pedí en un susurro que frenara sus ansias de libertad.
Al llegar a casa instauré su campamento en el armario. Arena, agua, comida, y un viejo cojín que le serviría de cama en las noches frías, preguntándome si de verdad podría pasar desapercibido hasta que Xili permitiera su presencia en la casa.

Dos días pasaron hasta que se levantó aquella noche, juguetón, saliendo por la puerta del armario entreabierto, y acompañándome con su leve ronroneo mientras dormía. Al parecer, tenía frío, estaba sólo y era tan pequeñito que no soportaba ese sentimiento.
Por la mañana Xili me despertó con un alarido. Se había dado cuenta de la presencia del felino y lo estaba atacando con un peluche, mientras Edgar abría sus grandes ojos y me miraba confundido, como si necesitara una salvación instantánea del ser que lo había trasladado a aquél armario oscuro. Intenté explicarme, pero la repulsión de Xili hacia los animales con bigotes no habría menguado en aquél momento por nada del mundo. Aún así – Y tras haber tenido una charla con Newton- accedió a que se quedase en casa siempre que no saliera de mi cuarto bajo ninguna circunstancia.

Pasó el tiempo, y cuál fue mi sorpresa cuando observé el cariño que Xili le había tomado al gato. No hacía más que llamarlo a su regazo. Jugaba con él, le alimentaba con chucherías por las mañanas – dándole a la larga un ligero sobrepeso- , e incluso le hablaba con voz dulce y maternal.

Edgar fue querido en casa desde que los habitantes de la misma empezaron a conocerlo. Y desde entonces no hay ser que se resista al cariño que éste desprende, pero tanto cariño y protección lo han vuelto asustadizo, comodón y perezoso, a lo que sumamos la convivencia con un perro, Budy, que ha desestabilizado su carácter felino.

En realidad Edgar es un gato único; Recoge pelotas, viene si le llamas, se esconde bajo mi abrigo cuando lo saco a la calle, y sobre todo, me ha tomado como su dueña y me persigue a todas partes.

¿Cómo no podría echarle de menos cuando no estoy con él, si cuando me acompaña es como una prolongación de mi cuerpo?


2 Comments:

Blogger Xazak said...

Genial relato, enternecedor, pobre Edgarito^^.
Yo tambien odiaba a los gatos... antes, pero hay k reconocer k Edgar se hace querer.
Aun me acuerdo de la primera vez k se escapo de fiesta, cuando estuvimos media mañana buscandolo... y luego volvio como si nada. XD

6:14 AM  
Blogger Ray said...

Ese pequeñajo, recuerdo que cuando lo vi por primera vez estaba jugando con tus cortinas, corriendo de un lado a otro, creo que tengo una foto por ahi con el en las manos, es gracioso, por que no consegui hacerme una con la dueña del mismo.

Hecho de menos a ese diablo.

Cuidaos muchos los dos vale?, besos

See ya

6:58 AM  

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